martes, 25 de octubre de 2016

CENTRALISMO Y DESCENTRALISMO




Un Estado políticamente centralizado es aquel donde se acumula el ejercicio de la función legislativa, la administración de la justicia y el mantenimiento del orden publico . El lema ¨crece el centro y se debilita la provincia¨es uno de los elementos que constituyen la centralización en Venezuela.
En Venezuela, con una extensión que no alcanza el millón de Km, sin ser federal, siempre hubo tensión entre el centro y la provincia; por el contexto socio-económico, político y territorial y condicionando el proceso de formación de su espacio geográfico. El centralismo tiene sus raíces en la época colonial: tres siglos (XVI a XVIII) durante los cuales destacaba la supremacía de Caracas, donde se asentaron las instituciones centrales de la Corona que impedían a los grupos sociales de territorios lejanos competir en condiciones de igualdad. Así, se fueron construyendo los primeros cimientos de la región organizada alrededor de ese asentamiento humano: región Central, región del centro norte costero o centro del país.
Luego de la Guerra de Independencia -contaminada por la tensión centro-provincia- y a lo largo de casi todo el siglo XIX, la naciente República de 1830 -una de las más pobres de América Latina- se mantiene dividida social y territorialmente y es escenario de rivalidades y enfrentamientos bélicos de caudillos. Ante la hegemonía de la oligarquía caraqueña, en las "regiones" periféricas se profundizaba el descontento que derivaría en la Guerra Federal (1858-1863), originaria de aquel federalismo caudillista bajo el lema igualdad y democracia, hizo de las provincias "estados soberanos" defensores del libre comercio y dominó hasta 1870, en medio de la división y el caos e, irónicamente, dando continuidad a la tendencia autoritaria y centralista de los precedentes gobiernos conservadores. Eran avatares históricos propios de una sociedad primitiva y que buscaba su definitiva instauración. Con la federación, la República pasa a exhibir el nombre de Estados Unidos de Venezuela; respetando límites y tradiciones de entidades federales que databan, al menos desde 1856, en vísperas de la misma guerra, y en particular de 1864, cuando es creado el Distrito Federal como una entidad neutral y sede de los poderes que habrían de regir a los estados independientes. Tanto así que el mapa de división político-territorial de entonces, en sus rasgos más generales, logra prevalecer hasta el presente, es decir, cerca de un siglo y medio. Una vez sepultadas las ideas de la federación, las del centralismo, en maduración, pudieron cristalizar con los gobiernos de los tres últimos caudillos militares :Antonio Guzmán Blanco, precursor del proyecto de Estado Nacional, y Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, liquidadores del caudillismo, las guerras civiles y los partidos políticos de entonces, y representantes del más severo proceso de concentración de poderes conocido en el país.
El Ejecutivo Nacional y su Presidente pasan a ejercer predominio, seleccionando a los presidentes de estados y disminuyendo la importancia de los municipios. Era imprescindible crear el Estado Nacional en una República sustentada más en el localismo que en la región y que si bien, en 1891, aún no lograba sobrepasar los 2,3 millones de habitantes, ya su capital tenía más de 72 mil residentes, más que Maracaibo y Valencia. En aquellos tiempos de tiranía subyacía una realidad que habría de imponerse: en 1901, con Castro en el poder: el mapa de la federación, modificado por Guzmán Blanco, retoma su estructura antigua. Más tarde, con Gómez y por la aparición del petróleo en la historia de Venezuela, arranca la estructuración del Estado Nacional, con base en la consolidación de la territorialidad de las entidades y la integración del país, puesta en evidencia con la construcción de algunas carreteras en el centro norte y que entrelazaron a Caracas con el suroeste. Con la muerte de Gómez en 1936,se comienza a abrir paso el centralismo democrático. Se produce la interrupción de este movimiento durante una década por la dictadura militar (1948-1958) de Marcos Pérez Jiménez, cuyo gobierno, derrocado por los partidos políticos que lideraron ell país hasta finales del siglo (socialdemócratas, socialcristianos y comunistas) y también favorecido por el auge petrolero, construyó algunas grandes obras públicas: industria siderúrgica, infraestructura hotelera, carreteras troncales de avanzada y, en las principales ciudades de la región central, ciertas obras de infraestructura y de urbanismo suntuario requeridas para recibir la implantación de empresas manufactureras. Venezuela en 1950, no conseguía conectar sus "regiones", iniciaba la política nacionalista de creación de empresas estatales y acentuaba el dominio del poder central en todas sus dimensiones, cambiando la denominación de Estados Unidos de Venezuela por la de República de Venezuela y equipando Caracas y sus inmediaciones con suficientes condiciones para insertarse en la política de industrialización sustituyendo importaciones y protegiendo el mercado interno, en boga en América Latina. Los efectos se dejaron sentir de inmediato: la quiebra de la Venezuela rural y, a expensas de su despoblación, el desarrollo urbano de marginados. El derrocamiento de la dictadura en 1958, marca un hito en la historia venezolana. Comienza la primera experiencia democrática de los civiles, quienes encuentran montado un sostén institucional y de espacio construido en la región Central o asociado a ella. Lo refuerza, obviamente, enfrentando el militarismo y el canibalismo político, y tratando de preservar y profundizar la integración de Venezuela, agrupando las fuerzas democráticas y con el Estado central como solución. Así se da inicio a la construcción de Venezuela. En la Constitución Nacional de 1961 se nota el diseño de un país centralista, de democracia de partidos, estatista y popular. Las nuevas organizaciones políticas, los únicos canales de comunicación existentes, promueven la organización sindical y empresarial, impulsan las reformas agraria y urbana y la masificación de la salud y la educación. El Estado interviene en todos los ámbitos, protegiendo la agricultura, la industria y las actividades económicas en general. La progresiva estabilización y consolidación del sistema y el dinamismo modernizador del petróleo, permitieron la introducción de cambios múltiples, profundos y nunca antes vistos en el país y que dan un nuevo impulso al proceso de migraciones/urbanización, iniciado bajo la dictadura. Con la modernización del Ejecutivo Nacional se propulsa la urbanización, se emprende red nacional de vialidad y otras importantes obras públicas, como las hidráulicas que se extendieron a lo largo y ancho del país, se expanden las inversiones y la industrialización, y se amplia la cobertura de los servicios de salud y educación. En 1961, la población de Venezuela ya andaba por los 7,5 millones. Dos décadas más tarde desacelera su ritmo de crecimiento por lo que en 1981 se acerca a 15 millones. Progresivamente, la ciudad pasa a erigirse en el entorno vital de la mayoría de los venezolanos, la región Central refuerza su preeminencia y en la disminuida provincia aparecen procesos de crecimiento. Por el desbordamiento continuo o discontinuo del centro, habían crecido los cinco grandes conglomerados o ciudades metropolitanas regionales, que, partiendo de Caracas y su región del centro norte, conforman un gran arco que encierra grandes espacios tierras casi despobladas: Maracaibo-Costa Oriental y Barquisimeto-Cabudare, al oeste de Venezuela, San Cristóbal-Táriba-Palmira, al sudoeste, Barcelona-Puerto La Cruz, al este, y Ciudad Guayana-Ciudad Bolívar, al sudeste.
Las escalas urbanas alcanzadas, el desarrollo vial y la dotación de agua potable, entre otros servicios desarrollados, acompañaban el doble proceso de integración y de fragmentación o diferenciación del espacio nacional. Aun cuando en estos años de inicio de los ochenta todavía estaba en gestación la masificación de las redes de comunicación e información, la región Central, particularmente Caracas, se articula eficientemente con los centros mundiales de negocios o mercado global en formación. Al mismo tiempo y a través de un sistema de transporte vial, se conecta con los centros regionales en crecimiento. Los afiliados a FEDECAMARAS, el organismo que agrupa a los empresarios de Venezuela, tienden a incrementarse y a aparecer en los centros de mayor tamaño de la provincia. Similar conducta muestran los despliegues de capitales y de las industrias manufactureras, cuyo éxito parcial, durante la primera década del régimen democrático y propiciado con la imposición del máximo proteccionismo, comenzaba a dar señales de retroceso.









El deterioro del centralismo democrático (1983-1989).
La democracia se había estabilizado, evadiendo conflictos y organizando a la sociedad civil, mediante la informalidad y la complicidad que exigían el centralismo, el partidismo, el estatismo y el populismo que terminaron erosionando el sistema. El deterioro político junto a la abrupta devaluación del bolívar de 1983 puso en evidencia el afloramiento de la profunda crisis económica que se venía arrastrando y que intentó afrontarse con la creación inmediata de la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE). La renta petrolera y la política estatista y de controles, multiplicadora de la corrupción, habían dado la falsa sensación de bienestar y facilitado el encubrimiento de la definitiva quiebra de un modelo, cuyo agotamiento se venía acumulando a lo largo de los años. La elite dirigente ­y también la oposición de izquierdas y de derechas- había hecho caso omiso a la opinión que desde principios de los años sesenta emitieron Meir Merharv y Bela Balassa, dos prominentes consejeros, quienes sugerían la conveniencia para Venezuela de orientar el crecimiento económico en la dirección de buscar ventajas comparativas, distintas al petróleo, y la urgencia de desmontar el andamiaje proteccionista que impedía el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales .El progresivo deterioro de los sistemas de salud y educación, el déficit fiscal inmanejable, la inflación, el creciente endeudamiento, el sostenimiento de enormes y perdedoras empresas públicas, son algunos indicadores del fracaso del modelo, y que obligaban a adoptar y ejecutar medidas de ajuste como las que se intentaron aplicar, en 1989 y en el marco de un proceso global de transformación. Ciertamente, bajo un enfoque opuesto al de "La Gran Venezuela", al comienzo del segundo gobierno de Carlos Andres Perez se trata el intento fallido de "El Gran Viraje" o conjunto integral de reformas profundas y modernas en aspectos claves y para dar respuestas al agotamiento del modelo: la Constitución Nacional de 1961, la apertura y liberación de la industria y el comercio, y el redimension y reestructuración de las instituciones del Estado, fundamentalmente, impulsando la descentralización. El desgaste de los recursos, que impedía profundizar en la edificación del país y ponía freno al despliegue del estatismo y el populismo, se realizan los primeros comicios de gobernadores y alcaldes, coincidiendo con la expansión de la provincia.



La descentralización: colapso del centralismo democrático y despertar de la provincia (1990-1999).
"El Gran Viraje" comenzaba a dar sus frutos (crecimiento sin inflación), pero se hunde por las falsas expectativas populistas creadas en la campaña electoral y por la oposición de sectores de la burocracia clientelar partidista y de las "cúpulas" de los partidos y de fracciones de gremios empresariales y sindicales que se alimentaban del proteccionismo y el clientelismo. La posibilidad de convertir a Venezuela en un país receptor neto de capitales termina por perderse, a partir de 1992, merced a la insurgencia militar contra el orden constitucional y las conmociones política y crisis económica. La tentativa de apertura y liberación económica, resucitada en 1996 con la "Agenda Venezuela" del final de la administración de Rafael Caldera, se desploma con la caída de los precios petroleros y también cuando se avistaba el descenso de la inflación y la salida del estado de recesión.

Entre tanto, el modelo seguía propiciando el dominio de la burocracia y la ineficiencia, dejando más déficit fiscal, inflación, recesión, fuga de capitales, y deuda externa. Más grave aún resulta la herencia de instituciones inadecuadas para manejar los cambios requeridos y que siguen interfiriendo en la lucha por estabilizar la economía en los países de América Latina donde se han adelantado. A pesar del desconcertante cuadro político y de sus detractores, la descentralización seguia su camino. Aparte de su justificación histórica y de su inclusión en el desarrollo de un proyecto de país que iba exitosamente, el proceso resultaba de un largo debate, emprendido en la capital y en las principales ciudades del país, desde 1984 y auspiciado por la COPRE
(Comisión presidencia para la reforma del estado), dentro del cual estaban representados los partidos interesados, gremios, sindicatos, sectores críticos del sistema, universidades, etc. Los resultados de la primera elección directa de gobernadores y alcaldes, habían mostrado un mapa multicolor, reflejo de una significativa diversidad de credos y afiliaciones políticas y que sustituyó por primera vez al mapa blanco y a veces manchado de verde, los colores emblemáticos de los partidos tradicionales: AD (socialdemócrata) y COPEI (socialcristiano).






En otras palabras, ya en 1989, se puso en evidencia que Venezuela es un país con una arraigada cultura democrática y que no puede ser gobernada por la tradicional organización centralista de poder. Otros datos muestran a una Venezuela de cara al siglo XXI y muy lejana de la dividida y caótica del siglo XIX. En 1990, ya éramos más de 18 millones de habitantes y habíamos doblado la cifra de 1971 (10,7 millones). En 1997, rondabamos por los 23 millones, la población de la provincia había acelerado su crecimiento anual promedio (de 2,7% a 3,9%) y la región Central, más afectada por la perseverante caída del crecimiento demográfico del país, comienza a perder su consolidada primacía. Por ejemplo, mientras reduce su peso demográfico de 38 por ciento en 1981 a 35 por  ciento en 1990; el crecimiento de los empleos manufactureros entre 1975 y 1991 (de 329 mil a casi 500 mil) tendió a favorecer a las ciudades del interior, las cuales en el primer año atrajeron el 25 por ciento del total y el 31 por ciento en el último. Las vicisitudes financieras que afectaban todo tipo de política, especialmente las dirigidas a la construcción y mantenimiento de obras públicas, no impedían a la provincia, ahora en manos de gobernadores y alcaldes, evolucionar en compañía de la ampliación de la red vial y de comunicaciones. Las troncales que en 1970 abarcaron algo más de 9 mil km., en 1996 se extendían ya por 12 mil km., casi completando la retícula de conexión interregional de norte a sur y de oeste a este, y lo más importante asociada a la densificación de otras redes de carreteras: locales o conectoras de los territorios internos de las entidades federales y, en particular, ramales y subramales, cuya prolífica extensión unió capitales de parroquias y elevó el total de carreteras disponibles a 99 mil km. La intensificación de la red vial y de la infraestructura regional de medios de comunicación (televisoras, emisoras de radio, prensa escrita) anuncia la posibilidad de sustitución de espacios no estructurados por otros en pleno proceso de entramado que se venían conformando desde los años sesenta y en torno a las grandes ciudades metropolitanas regionales en crecimiento. A ello se suman el dinamismo desplegado hacia el interior, la masiva escolarización alcanzada y la urbanización, que contribuían a la formación de nuevas fuerzas sociales (asociaciones de vecinos, ambientales, culturales y deportivas) y al progresivo fortalecimiento de pequeños, medianos y grandes empresarios de la provincia. La descentralización venía avanzado, aunque encontraba adversarios no sólo en quienes se oponían a los cambios de dirección en el crecimiento económico, sino en el misma estructura centralista paralizante. A medida que el proceso democrático se consolidaba, al lado del avasallante control centralizador de la administración nacional, los partidos políticos también convertían a los gobiernos de los estados y las municipalidades en meros agentes del gran poder ejercido desde Caracas por los comités ejecutivos nacionales de las distintas organizaciones. Vanguardia de los cambios en el pasado, se erigieron en la oposición más seria de la descentralización, al ver disminuido su poder en grado superlativo. Allí se origina la resistencia de todos los que han acumulado y concentrado poder político, económico y administrativo; de los depositarios de todos los vicios, de todos los usos, de todas las costumbres, de toda la cultura de poder centralizado que ha existido en Venezuela, prácticamente desde que se fundó la República. De cualquier manera, luego de 150 años de centralismo republicano, tras los nuevos términos en que se plantea la tensión centro/provincia o centralismo/descentralización se esconden nuevas relaciones de poder, la construcción de un nuevo país. Si bien, ante la "rica" región Central, los estados venían perdiendo capacidad de negociación y poderes por falta de privilegios, los avances ponen de relieve verdaderas conquistas de las fuerzas regionales en formación, de elites regionales que producían un pensamiento regional. Para el ciudadano,comienza a ser evidente ,por ejemplo, que la degradación ambiental y la inusitada pobreza de las grandes ciudades comienzan a ver salida en la descentralización y su consecuente proceso de fortalecimiento de las autonomías regionales y los poderes locales: proceso indiscutible de democratización de la democracia y unificación del país para el desarrollo.
















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